8.22.2009

Galaxias y Girasoles (1)

Alexandra, es conocida popularmente por su diminutivo Sasha, aunque es la mujer más anciana de Tajtarova. En su longeva vida había visto y sufrido dolores y alegrías de toda índole y categoría. Ni las cruentas barbaridades de la gran guerra patria, donde había perdido marido hermanas e hijos habían transformado su hierático semblante. La vieja Sasha es un impasible muro de hierro, decían unos. Es el prototipo de mujer soviética dura como el martillo pero flexible como la hoz que la atraviesa, decían otros. Nada podía impresionar a Sasha que a sus 75 años de edad seguía labrando en aquella fría mañana como lo había hecho durante décadas ya. Restregó el sudor de su frente con el antebrazo izquierdo,suspiro profundamente y echo la mirada hacía el cielo encapotado. Para descubrir una gran campana de acero en el cielo balanceándose grácilmente de un lado para otro, parapetada con tres lonas a rayas blancas y rojas que un ojo experto llamaría paracaídas. Pasó los minutos boquiabierta, absorta en el hipnótico devaneo de la capsula Vostok por las corrientes de aire. Hasta que a unos cien metros desde donde se encontraba la campesina. Oyó un sonoro ruido metálica que le confirmo, lo que sus ojos ya veían. La humeante campana había aterrizado. La campesina fue el primer ser humano en ver la abotargada silueta del cosmonauta recubierta por un mono naranja, y un casco blanco de grandes dimensiones con unas letras en rojo CCCP. El hombre es Yuri Gagarin y su profesión es cosmonauta con una amplia sonrisa de galán, y una mirada despreocupada como si las últimas horas de su vida no hubiesen marcado un hito en la historia de la humanidad empezó a plegar su paracaídas como un acto reflejo, tatareando una vieja balada rusa. Ajeno a la mirada estupefacta de la campesina

-¿Vienes del espacio exterior?-preguntó la anciana entrecortada. Sin dejar de mirar de forma perpleja lo que allí ocurría.

-Ciertamente, sí -dijo Gagarin que, para calmar a la campesina, se apresuró a añadir- Pero no se alarme, soy soviético.

Un ruido ensordecedor crispo los nervios de la anciana, más hombres espaciales se preguntó. Miró al cielo y contemplo al borde del desmayo como una nube de helicópteros de salvamento, cazas y cargueros de todo tipo teñían el cielo de metal gris y de hélices.

2 comentarios:

Laura Crocodile dijo...

Interesante relato :)
Pero le faltan mariconadas a tu blog, jajaja
Qué tal Máximo? Cuánto tiempo.

Ana dijo...

Hacía tiempo que no leía nada tuyo ^^. Siempre me ha gustado cómo lo haces ;D. Besiños!!