Mañana perfecta

Mi día perfecto empezaría como acabé el anterior. Con sexo, con una o varías mujeres. Cuando se acabasé el frenesí las entretendría jugando con mis musculosos pectorales, en el cristal que tendría en el techo de mi dormitorio. El espejo reflejaría a un yo espartano, rodeado de dos damiselas niponas rompiendo a llorar de la alegría, en mi cama de terciopelo rojo (en forma de corazon) que sería considerado por la unesco patrimonio de la humanidad.Nos levantaríamos pronto, desayunaríamos el mejor zumo de naranja del planeta. Un cafe con leche kilometrico. Una loncha de bacon y dos huevos. Porque de lo que se come se cría.Y nos marcharíamos ROLLING en un Bentley negro. A ver que se cuece en la vida real. Iriamos a las librerias del centro ojearíamos todos los libros por leer de nuestra lista y los compraríamos con mi visa centurión. Algunos libreros me reconocerían y tendría que firmarles mis libros. Una adolescente crecidita se sonroja y me pide que le firme en los pechos. Las japonesas se ríen y yo asiento con la cabeza educado, me resigno y le firmo. Seré el escritor más leído del planeta pero no se me sube el éxito a la cabeza.

De nuevo en el Bentley y con californication sonando de fondo, recogo a mis amigos y nos vamos a jugar cualquiera de mis muchos deportes favoritos.El ganar no me llena (aunque van cayendo bajo mi inflexible yugo) pero jugamos de muerte, como profesionales. Una brisa maritima corta en mi cara. Y descubró pasmado que aunque soy multimillonario, la felicidad la encuentro jugando al squash con mi gente. Da igual lo perdedores que parezcan. Nos duchamos gritándonos, lanzándonos el champú y tirándonos agua fría, compartimos los desodorantes y las gominas. Aclaman mi fabuloso juego y me marcho sonriente.

(aquí concluye la primera parte de mi día perfecto)
To be continued